Érase, una vez, un plátano, que creía en un racimo, junto a sus
amigos.
Este plátano, se burlaba todos los días de sus compañeros, pues su crecimiento, era más rápido y bonito.
Toda personas que lo veía decía: ¡que plátano tan hermoso!.
Un día, aquél plátano vanidoso, se dió cuenta de que algo le estaba
pasando a él.... se veía amarillo y se dijo: ¡qué hermoso me estoy
poniendo! ... ¡Ninguno es como yo!.
De repente llegó una señora con un cuchillo, en su mano y dijo: que
plátano tan grande, y tan bonito, debe ser muy sabroso. El plátano vanidoso se
alegró mucho.
De pronto sin darse cuenta, de una sola cuchillada, al suelo cayó.
Aquella señora lo llevó a su casa y después de quitarle su concha amarilla, en
aceite caliente lo metió.
Aquél plátano vanidoso lloró, lloró y lloró y convertido en tajadas, su inmensa
belleza se acabó.
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