Ocultos, en medio de los aposentos, de aquél lujoso
lugar, se ven los rostros preocupados de los hombres sabios e ilustres que gobiernan
y mandan en aquella ciudad y la contrariedad, se asoma en sus rostros.
unos a otros, se dicen; hay que encontrar la solución a tan
grave problema... no es justo, que un hombre inculto, alborote nuestros pueblos
con una tonta doctrina.
Ese hombre sólo habla de la paz, de la misericordia, y del
amor al enemigo.
Ese hombre que practica la justicia, que al enferme sana,
que da la vista a los ciegos, y a los muertos da la vida.
¡Hombre, que practica el perdón!.
Para ellos, sabios en su propia opinión, no es justo que
aquél pueblo, siga a un nazareno, y mas grave aún, que lo sigan con devoción.
Y allí, en aquél concilio se oyen las voces de los
fariseos, sacerdotes y escribas que se llenan de alegría, cuando entra Judas, !el
traidor!
Y ya todo quedó listo.... matar al nazareno, es la mejor
solución.
¡Oh necios!, ¡insensatos!, creyendo tener poder se
hundieron en las tinieblas, para no volver a ver.
Ese Jesús, el nazareno, su vida daba, sin que nadie la
arrebatara. Su poder y toda su gloria en amor los convirtió.
Ese Jesús.... el nazareno, nuestro lugar tomó, su vida no
fue quitada, él mismo la entregó.
Jesús, caminó hacia la muerte, nuestras culpas él
llevó... y llevando nuestro pecado en nuestras tinieblas la luz surgió.
Fortaleciendo con su sangre al arrepentido pecador...
¡No fueron aquellos! ¡no!, aunque así quisieron fué,
Jesús.... él solo se entregó.
Hoy sus palabras, todas debemos recordar...
"El cielo y la tierra pasarán...", mas los
humildes, de corazón sincero, los que hemos recibido a Jesús y su verdad,
tenemos su promesa, veremos al hijo del hombre regresar y con él nos iremos a
un reino celestial.